Yo, nada siento.
Ni el punzón
de una espada,
ni la sangre
por dentro.
de una espada,
ni la sangre
por dentro.
No siento
el tiempo,
ni las palabras.
Me he vuelto inmune
a las tiernas veladas.
el tiempo,
ni las palabras.
Me he vuelto inmune
a las tiernas veladas.
¿Qué pena?
o ¿Qué suerte?
No sé decir,
pues ya no siento.
o ¿Qué suerte?
No sé decir,
pues ya no siento.